Por Julián Sánchez Mira.
Desenjaulados es una conversación trascendental de temas necesarios, crudos, inevitables, es un soslayo a lo importante —como las libertades— desde los tantos maltratos a estas vidas. Hay unas preguntas latentes, filosóficas, que incomodan y contagian, que nos llevan a esa dialéctica necesaria de intentar responder no a la ligera sino a la medida del tiempo, de la vida, de los dolores y los conceptos abrazados en el camino, que son el mundo de cada individuo.
Estos pelados fabricados en el brutalismo y las crueldades no se quebrantan, mantienen un orgullo que denotan en los pasos, la voz, la narrativa y un discurso fértil de poéticas, de esquina, de barrio, de monte, de zozobras. Ser libre, entienden, es más importante que ser feliz, porque la libertad es más compleja, más retadora, llena de retazos de emociones, de trozos de vida y poesía, desde su búsqueda inicial hasta sus espectros de hallazgo inasibles.
La libertar es más habitable y se consigna en preguntas más complejas, más sólidas, frente a esto aquí se halla una lucidez sobre esta sociedad que dosifica las utopías, las emociones, los amores adolescentes, pero no la turbulencia y el violentismo. Esta conversación, que nos atraviesa desde lo importante, es una fotografía detallada y poética, un cuestionamiento por los poderes y las quimeras.
Hay en este espacio de memoria y duelos —que reconfiguran la cotidianidad y se anteponen como lo inevitable, lo subjetivo— el lente para fijarse en los detalles de los días a cada paso, permisivo con quien lo aborda para sentir, pulir las dudas o simplemente ocupar la excusa necesaria para suspirar y recomponerse mientras un eco en los adentros reflexiona: la vida pesa, nos salva el movimiento de los días, las ideas y algunas utopías.