Por: Carlos Giraldo. °1
Pocas veces, muy pocas; mejor dicho, casi nunca ha ocurrido que me encuentre con alguien en medio de una conversación, y me diga: que bien, estoy de acuerdo. Escasísimas han sido las veces en que he tenido la sensación de que la comunicación es un puente para el entendimiento entre nosotros. Soy plenamente consciente de lo radical de esta afirmación y sería optimista que alguien estuviera de acuerdo conmigo. Me gustaría o esperaría que me interpelaran: ¿por qué tienes esa sensación, esa impresión?; n vez de decirme de responderme:, no, no es así. Conversar, analizar, contrainterrogar, contrastar, etc. para al final; para al final, si el del caso, concluir, si, tienes la razón; estamos de acuerdo o no lo estamos. Que gustoso seria eso.
Esta situación me ha producido; además del desasosiego, una gran inquietud parecida a la desesperanza, al “antecansanco”, como lo llamó Fernando Pessoa, y en general a respirar profundamente. ¿Que esperar, qué pensar de un medio, donde las personas se pasan, nos pasamos el tiempo, recuperando el tiempo por no entendernos cuando hablamos o cuando no sabemos de qué lo que hablamos es lo humanamente hablable; nada del otro mundo.
Desde que descubrí que quería dedicarme a lo que vagamente intuí como “lo social” y en la medida en que descubría que significaba ese concepto, esa vasta aventura, me sorprendía más y más al no poder entenderme medianamente con quienes me rodeaba. Siempre en las conversaciones había que agregar, cortar, modificar, completar, señalar, precisar cualquier oración o postulado. Nunca ningún predicado tenía el peso para ser tenido en cuenta o reconocido por los otros, como un punto de partida, una case amigable para el dialogo. Mayor sorpresa experimentaba cuando yo mismo entendía lo que los otros querían expresarme, que parecía una interpelación que surgía mecánicamente. ¿Qué pasaba, por qué sucedía? Cómo era posible que sucediera? Cómo sucedía por dentro para que sucediera por fuera? Acaso, existía un complot para que no solo viviéramos la torre de Babel, sino para que los que nos habíamos agrupado en una de las mil lenguas resultado de Babel, no pudiéramos entendernos entre nosotros mismos.
Con los frágiles elementos de un método precoz, motivado por la necesidad de conversar como si estuviera leyendo en voz alta un buen libro profundiza, me aventure a formular una hipótesis preliminar:
En las conversaciones, cualquiera que sea las personas, a pesar de verse y estar en presencia de los otros, u otras, en ejercicio “pleno” de los siete sentidos siempre dicen: no así. ………….. . Probé un sin número de veces, con métodos y formulas cada vez más depurados y con distintas personas, afirmando por ejemplo: Me gusta Federico Fellini:
Que gusto tan extraño. Fellini es tal cosa o cual cosa. Mejor Bertolucci. Deberías conocer otros directores. ¿Te quedaste en esa época? Te encanta el barroco, solo piensas en el cine italiano. En todos los casos, sentía como si hubiera dicho algo polémico, cuestionable o como si pretendiera hacer proselitismo con Fellini. Sucedía que después de conversar y conversar, al final, “descubríamos” que estábamos y que las calidades de Ferlín, solo había aparecido en virtud de la conversación. Siempre quería decir, por qué tuvimos que dar esta vuelta? Por que no celebramos desde el principio una posibilidad y preguntar: Por que te gusta Fellini, simple, pero no tanto, digo yo…….. por que el tremor, la repulsa o la huida por la vivisección?
Realmente esto no sería un problema si el debate se circunscribiera a asuntos básicos, sencillos, cotidianos, o si se quiere, baladís. No era para casi todo lo habido y por haber. Hasta los datos estadísticos debatidos, replicados, como replica, como protesta. Que antecansancio!
Ensayé a prever si hacía las pregunta o afirmación tanto al derecho como al revés: Me gusta Fellini, no me gusta Fellini; dejando la constancia secreta de cómo me responderían. Con sorpresa constaté que fuera derecho o al revés siempre habría una réplica, por lo que fui construyendo la hipótesis de que las conversaciones, en nuestro entorno; sin perjuicio del nivel, se rigen inconscientemente; sin hacer juicios, por lo que denominé el SINDROME DE REPLICA y con el paso del tiempo concluí que existía densamente, cual atmosfera de aceite, una propensión por la réplica entre todos nosotros, en el mejor de los casos; muy escasos. Eventualmente las cosas podrían ser, así, pero no así. Me preguntaba entonces ¿cómo podría un gobernante, por ejemplo, hacerse entender, hacer equipos, crear línea, enviar mensajes inequívocos, unívocos? ¿Cómo las personas se hacían matar y mataban por la incomprensión de una palabra o un mensaje?
Una de las primeras explicaciones fue “posiblemente” las personas no escuchan, no nos escuchamos y me asistí del discurso de la escucha activa “como la práctica de escuchar para comprender lo que alguien está diciendo; la capacidad de concentrarse exclusivamente en lo que dice la otra persona, en lugar de planificar, que se va a responder; como se haría en un debate o una conversación”. Observé, experimente y confirmé con algo de pudor, qué desde los niveles más básicos hasta los más consistentes, el fenómeno persistía con muy pocas o escasas variaciones; incluso, en los más consistentes encontré los mayores oficiantes del SINDROME DE REPLICA. Contrariamente, con las personas menos informadas o formadas había mas posibilidades de entendimiento que con las más consistentes. Concluí que para conversar con estos, primero había que establecer mínimo unos términos de referencia para procurar evitar confusiones o confrontaciones semánticas, gramaticales, epistemológicas, ideológicas, políticas y un largo etc.
Esto en vez de disuadirme me animo a avanzar con más rigor para establecer el ¿por qué? o los ¿por qué? de este asunto. Pensé: ¿acaso las palabras no tienen el mismo sentido o significado para todos?. ¿Cada uno tiene su propia versión o su propio diccionario que debería complementarse con uno de emociones y motivaciones subjetivas? O debería existir un manual (acá puede haber una réplica) para la conversación? No sería descabellado por lo que he observado durante tanto tiempo. Ni siquiera con los conceptos más básicos podríamos encontrarnos. Pensé que la ayuda podría venir si tuviéramos conocimientos de etimología de las palabras; si nuestros lideres resignificaran la la educación y se nos diera acceso a estudiar el origen de las lenguas romances, de nuestra lengua Un escenario donde las palabras o los conceptos no significaran lo que individualmente deseáramos; si no se es poeta, sino lo que es un acuerdo social y que por lo tanto, sin prejuicios per se.
Sin pretender ser experto en oratoria, dramaturgia o experto en artes escénicas donde la transmisión clara del sentido es básica, concluí poco a poco que el dialogo también tiene su lógica o su método, fácilmente infringidas socialmente. En las conversaciones se salta sin consideración de las hipótesis a las conclusiones y lo que puede ser una propuesta se asume como una afirmación, un cierre. Una amenaza o un deseo de imposición, dominio. La comunicación completamente desvirtuada. Afortunadamente apareció en mis días Marguerite Yoiurcenar que me advirtió: No saltar directamente a las conclusiones, poner atención en el método. Unos días después, llegó Buda con el mensaje de la “nomente”, esto es, se puede descargar el sentido negativo o beligerante que cualquier palabra, en cualquier conversación, por lo que si se percibe una confusión, una pretensión de dominio, o de agresión, simplemente no hay replica, ni reacción, distinta a que ¿otra cosa tienes para decirme?
Poco a poco fui concluyendo que la posible Babel dentro de la Babel matriz, se explica; sin agotar causas, o razones por: la falta de escucha, el desorden, el prejuicio, la paulatina desvalorización, devaluación, empobrecimiento o ideologización de la palabra, la falta de método que hace que los hablantes mismos no escuchan lo que dicen por sí mismos y por una desconexión tempo-espacial en relación con el otro o los otros. Se atribuyen sentidos equívocos a las palabras. Realmente es no fue, ni será es un gran descubrimiento, ni por ello creo que haya reconocimiento universal; por lo menos universal en la lengua española, pero si sentí un gran alivio para mi desasosiego y antecansancio, pues eventualmente empecé a desentrañar como opera por dentro el SINDROME DE LA REPLICA y me dispuse a ser consciente del mismo hasta el fin de esta reencarnación.
Espero, la réplica de ustedes…….gracias
1 Junio 21 de 2023