Por: L. Jaramillo

Disfruté mucho leyendo El Mismo Lado del Espejo, por eso la terminé. Claro, empecé la novela por tener el sello de calidad de la editorial Sílaba.

Lina María Pérez Gaviria logra meterse en la piel de una treintañera bogotana que pinta y llevarnos por una historia de familia de clase alta, de una ciudad de hierro, del erotismo, el juego fresco y a la vez sagrado en la corporalidad de los hombres de su vida y de sí misma, Antonia, siempre esplendida en soledad y rotunda para no depender de nadie.

La novela nos empieza a narrar una maldita, una niña cruel, pero lentamente nos damos cuenta que más allá de las mentiras, nunca realmente graves, y las dramatizaciones, estamos ante un ser afectuoso, con una búsqueda ética propia.

Aunque es un maravilloso libro, riguroso, impecable, colorido, con ritmo y lleno de gracia, puedo criticar que tal vez el mundo del arte, aunque se cuestiona con gran humor y merece ser denunciado, se puede simplificar un poco aquí y a la autora le pasa lo que a cualquiera de nosotros: se enreda para describir las obras y en una última escena nos termina reviviendo un Guernica anti-taurino. Recuerdo el libro Leonora de Elena Poniatowska, que narra la historia Leonora Carrington, y con mucha investigación, logra sustituir con palabras semanas de la pintora encerrada con un cuadro.

Siento que la autora se para sobre un mundo de clase alta, universitario, de secretarios de una alcaldía, de madres jugando al golf, museo, galerías, abogados del magisterio, y cuando uno piensa que puede caer en prejuicios, se asoma con sensibilidad y agudeza a otras vidas y termina retratando sin sesgos un sindicato, una protesta animalista, un chofer y una nana.

Extraño que hay un alter-ego y un delirio que tiene voz en pocos acápites y luego se resuelve, se reconcilia sin ningún combate o estratagema. Siempre puede ser que otra lectora o lector lo entienda mejor, pero no vi retratada con claridad a Sabina, su nana, durante la niñez, sobre todo extrañé una escena de afecto o de conversación íntima antes de las últimas escenas. Quedan algunos cabos sueltos: la relación con un papá y una mamá que se esboza resolver, pero pareciera de un continuará o de capítulos que al decidir que sobran quedan descocidos en páginas anteriores.

El libro es imperdible por el punto de vista de una preadolescente, una jovencita y una mujer, a lo largo de décadas, permitiéndonos adentrarnos en una persona deseante, graciosa, soberbia. El fractal de sus relaciones amorosas, un auténtico juego de muñecas rusas es impecable y es una residencia preciosa en una psiquis libre y enamorada. Con la fuerza de una mujer libre Antonia y con la inteligencia de Ana María Pérez, se construye un ciborg sin cables con sus mejores amantes y al final volvemos a esa máxima filosófica de que toda vuelta larga es para volver a los orígenes.

Podemos ver, oler, tocar, oír, cada hombre en la vida de Antonia y entender los laberintos del enamoramiento y los barrancos del desamor. Pérez nos entrega una crítica a una clase alta, a los designios matrimoniales y, sobre todo, cómo aún el mundo del arte sigue siendo aplastantemente machista: espacio exclusivo para viejos varones. 

El Mismo Lado del Espejo es un libro sobre la vida en los afectos, el sexo, el trabajo y la creación. Sobre estar en un mundo o varios con el deseo y la necesidad de crear. Además, termina muy lindo y, sorprendentemente, con un optimismo inteligente.