Citará es un libro de Jorge Giraldo y de la editorial Grammata —en su primera edición—. Es un libro que puede espantar bobos o acelerados —más bien acelerados— porque empieza muy hermoso y dándonos claves con un niño que está elevado, elevado —en varias formas de hablar en el Citará— es ante todo divagar. Desde el comienzo nos va dibujando un paisaje interior entero de cuerpo y alma. Luego pues —y aquí el espanto, o ahuyentador— nos va explicando con mucha entereza una geografía de la que Giraldo sería uno de sus padres fundadores: Citará.
El libro tiene un primer periplo frío donde uno se puede extraviar en la geografía, pero como es literatura yo no aconsejo sacar una libreta y empezar a googlear con ansias notariales, sino sentir, imaginar y zambullirse en el paisaje y el recorrido. Sin mucha demora, nos deja ir llegando a la joyería de la botánica y ahí empieza a emerger en su segunda mitad —quizá un poco antes— toda su poética —con lo desconocido de la montaña, su altura y abismos, sus aguas y sus rocas—.
Jorge, parco, ¿recio? ¿duro? —Sí, pero sólo para lo importante: el trabajo y la constancia de los afectos, la lealtad familiar— nos da una lección más ejemplar de rigor en una profunda investigación histórica —que se nota que disfruta cuando teje minuciosamente—. Más allá del talante consagrado, nos comparte una trayectoria de observador agudo y conversador enriquecido por todo el vocabulario que se necesita para integrar —y nunca para distanciar—.
Leer Citará me deja el compromiso gozoso de reescribir la crónica de mi visita al pueblo de mi papá: Aguadas.
Esta es una obra de un intelectual terminado muy dado al reconocimiento y a la alabanza entre líneas o sin entelequias. Aparece para mi memoria de placer el resguardo de Cristianía, el de Andagueda, el acompañamiento de indígenas caucanos, Alonso Tobón, José Fernando Castaño y Alejandro Vélez Ochoa, dejándolos en el lugar inmarcesible de estas páginas.
El libro podría terminar con la frase “la montaña es el hogar del alma”, cuestionando una antioqueñidad, resaltando un compromiso ecológico y reconociendo a pueblos humillados, pero dejándonos saber otra forma de estar y pertenecer, porque ante todo es un libro —como toda la buena literatura— espiritual.
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