Carlos H Jaramillo fue un niño en los 70’s que observaba a su madre tejer, un joven en los 80’s, un adulto en los 90’s; testigo, como la mayoría de medellinenses, de una magnitud de violencia armada que no habíamos imaginado y aún así tuvimos que normalizar. Llegó a la arquitectura, luego a la escultura, con su maestro Hugo Zapata, y dirigió la oficina de Planeación de la Alcaldía de Medellín. Él doblaba alambre para hacer figuras para sus hijas y ahora es como si tejiera con alambre sobre esa tierra insolada, sobre la sed. Parece que al tejer se puede depositar la amargura de atestiguar la codicia de la construcción, las trampas de la política y el espanto del asesinato.

Esta es una obra que no es lineal, no cuenta una historia, puede parecerse más a una sinfonía que a una novela, pero hay unos pasos dípticos, diálogos, que luego se convierten en una polifonía. Un coro desgarrado, que también se va descosiendo, lleno de silencios y agujas que susurran, nos habla de una esperanza crítica y tierna, del tropiezo, retroceso, rabia y redención.