Patos
En los años 20 llegaron las primeras máquinas cargadas a la estación del ferrocarril de Bello. ¡Tantos hilos en sus contenedores! Pues de fibras está hecho el municipio.
En 1944 se cumple el sueño para los trabajadores textiles de recibir una cooperativa. En medio de lo urbano e industrial, Pantex tenía un jardín verde con casitas de madera y patos blancos que las habitaban: “un oasis en medio de tantas telas”. Mientras crecían los hijos de los obreros, crecían y morían estas aves también, tan generacional como la hierba que se fue secando en ese lugar y fue devorada por los años. Hoy, donde vivían los patos que tantos niños y niñas visitaron tras una reja, hay un centro comercial construido; allí ya no permanecen para ser admirados estos animales, ahora los niños pequeños pasean por los pasillos comerciales a sus perros.

Sombra
Un perrito que reemplaza a otro solo puede llevar por nombre Sombra.
Sombra tenía el pelo rojizo, de un tono tan extraño, que se mezclaba con las baldosas de cerámica del patio de la casa. Llegó a la familia a ocupar el lugar de Limber, el perro de toda la vida de los Bustamante Ospina, quien había dejado la tierra meses atrás.
En la iglesia del barrio, el padre Córdoba celebraba cada año el Bazar de San Isidro, todas las familias ofrendaban algo para compartir. En 1963 los Bustamante ofrecieron a Sombra. Empezaron los remates en la tarima de la iglesia y nadie apostaba nada por él, se vendió todo ese día, menos el perrito rojo. Lo último que quedó del festejo fue una sombra en promoción por 5 pesos, los mismos que tuvo que reunir y pagar el papá de los Bustamante, para que su hijo menor no llorara más. Al caer la tarde volvieron juntos a casa, con su perro y algunos pesos menos.
Directorio
Él era treinta años mayor que la mujer de la que se enamoró. Ella, adelantada a la época, con una rebeldía tan particular y tal vez sabia, pues nunca quiso casarse con él. De aquella unión física nació un niño.
Vivían en Cali. A los nueve años, al niño le dolían tanto los ojos que, a su papá no le quedó más remedio que viajar con él a Antioquia a consultar con un buen doctor. Llegaron a vivir al Parque de Bello, ella no volvió a recibir noticias de su hijo.
Desde los 14 años, el pequeño empezó a hilar. La habilidad le alcanzó para trabajar hasta el año 99 en Fabricato.
La respuesta a los telegramas que ella enviaba, siempre era la misma: ¨el niño se murió en Medellín¨. Años después, un directorio telefónico cambió el rumbo de este relato, al buscar el nombre del niño, ahora un adulto, fue encontrado entre tantas páginas blancas. Ella lo llamó, se volvieron a ver y se entregaron la foto que conservaban todavía en sus billeteras el uno del otro. Un directorio les cambió la vida y les regaló, juntos, 37 años para celebrar cumpleaños, navidades y el Día de las Madres. Ella falleció a los 99 años en 2023.
Las Golondrinas
Enock Roldán viajaba con un proyector para mostrar sus películas en las calles de Bello, había cine al aire libre. Tres teatros importantes tenía Bello: el teatro Iris, el teatro Bello y el teatro Rosalía.
Al barrio San José Obrero, Fabricato le construyó la casa cural de su iglesia y un teatro para proyectar películas los fines de semana. Durante la semana, los habitantes estaban pendientes a la programación. Los domingos se salía de misa a las siete de la noche y a los pocos minutos se escuchaba en el barrio por el autoparlante la canción: Las Golondrinas interpretada por el Dr. Alfonso Ortiz Tirado, la melodía que quedó en las mentes y el tarareo de los feligreses que bajaban en procesión a ver películas de vaqueros, religiosas y de Cantinflas con sus familias en unas largas bancas metálicas. El teatro fue, años más tarde, ocupado para el comercio, como si sus paredes hicieran homenaje a las letras de ausencia de la banda sonora de los domingos para anunciar la función:
¨A donde irá veloz y fatigada la golondrina que de aquí se va. No tiene cielo, te mira angustiada sin paz ni abrigo que la vio partir.¨
Dos Carnes
El patronato de Fabricato fue el lugar de acogida para muchachas que llegaban a la ciudad a trabajar por primera vez. Las hermanas del Colegio la Presentación les enseñaban lo que para ellas era esencial en la vida: las oraciones a la niña María, cogerle un buen ruedo a las enaguas y a la falda, planchar un pantalón con pliegues perfectos, rezar el ángelus al mediodía y cocinar con un amor infinito.
Los trabajadores de la empresa de hilos desayunaban, almorzaban y cenaban por un pago simbólico en el patronato, cuentan muchos bellanitas con la sensación de recuerdo y sabor en los ojos, lo rico que eran los pasteles dulces, el arroz y las carnes. Bello, un municipio construido hebra a hebra, con historias tan simples, cotidianas y puras como los niños que esperaban a las afueras de este restaurante a sus papás al salir del turno, para ser beneficiarios de una moga llena de comida, y con la esperanza de encontrar en el interior un ¨sobradito¨ con dos carnes.