El cuarto secreto de Claudia Ivonne Giraldo

por L. Jaramillo de i

Puerto de la Imaginación

mayo 19, 2025

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Estoy leyendo el Cuarto Secreto de Claudia Ivonne Giraldo con la edición de Lucía Donadío, en su versión de 2008 con carátula de Elkin Restrepo. Ahora —por suerte—, porque lo recomendamos con pasión, se consigue en la edición del 2018 de Sílaba Editores.

https://silaba.com.co/libro/el-cuarto-secreto/

En ese proceso de lectura me surgen las preguntas ¿es una novela del siglo XXI sobre Medellín? ¿debemos conversar de que la literatura está llena de metaliteratura y en este caso una protagonista editora? ¿debo de obviar que es una obra potentemente feminista? ¿es un final de realismo mágico o cómo nombrar el sutil y verosímil juego de la autora con la bruja?

Me encanta la crítica sobre Medellín y la rabia de tantas cosas de la ciudad sin una justificación de erudita o el acomodo panfletario. En ese momento tuve un pico emocional con la obra porque me sentí representado: “quiere la luz que en la ciudad velan con telarañas lascivas los oscuros, los terribles, los que creen tener la sartén por el mango.” Es una bocanada de aire que alguien por fin diga que lo que parece ser tan normal o tan aceptado es tóxico y delirante. Señalar ese vaivén y ritmo frenético que nos venden no sólo como normal, sino admirable. Mostrar que sí podemos ser fuertes y resistirlo, torearlo, aprender a armar burbujas y trincheras para aguantarlo, pero que no lo vamos a alabar o a reproducir.

"Embotellada, loca, sin alma, una ciudad exhibicionista y pretenciosa, torpe."

Sutilmente la obra nos va revelando una de las protagonistas en la etapa de la vida y en la parte de la geografía que es de friega intensa, lidiar con todos los fuegos en simultáneo. Ahí hay una oficina que puede ser una editorial, hay una lectura, y hay un manuscrito. No se tiene que entender todo o yo no puedo, pero está la obra de Malcom Lowry con un cónsul borracho y está una pregunta sobre un jardín, que le da un ritmo sagrado a esta novela que —como en un fractal— usa otra novela.

Llego al fina y este lector o reseñista que es hombre, que no tiene ninguna prenda para no ser un perfecto machista, no debería de posar de nada, pero entiende algunas cosas que son difíciles, que incomodan, pero que no me dejan estancado y que me ponen a pensar cómo es leer esto siendo mujer. Tanta solidaridad entre mujeres me gustaría compartirla con tantas mujeres que quiero y amo. El título mismo parece ser un pequeño homenaje a Virginia Woolf.

Nos permite ganar otro punto de vista y otra piel. Igual pasa con las novelas antirracistas o antihomofóbicas. Podemos vivir la vida de una protagonista que esquiva las escenas de violencia y que alisa las texturas de una dominación, pero después de leer esto, sentiría como si fuera una complicidad malsana para detener los tiempos o el cambio. El entretenimiento te asegura que no te va a hacer sentir mal, el arte normalmente está compartiendo una fórmula para sentirse bien, una salida, pero —como la vida misma— tiene un periplo que incomoda y duele, y si te lo saltas, escapas al malestar, no pasa nada, sigues siendo el mismo. Lo que pasa con una obra completa, una obra con causa que no rompió su tejido, es que su inquietud es insobornable, bordea una respuesta o vislumbra una salida que puede ser imaginaria o simbólica.

“El cuarto propio nos es indispensable, también la casa propia, el tiempo propio, una isla, una constelación, el dinero propio, la gota propia, nuestro propio vaso.”

Lucha porque una mujer tenga lo que necesita un ser humano, así también descubriremos que la idea de hombre también suele tener una felicidad incompleta o tramposa. Aquí se muestra —con una compasión natural en las miradas sabias— la torpeza, frivolidad y superficialidad de los hombres como esposos, como jefes, como amantes, y como policías en una pequeña escena. Se muestra la complejidad navegada de una cultura que pone en un sitio de culpa, padecimiento e insuficiencia a la mujer adolescente que no come, a la mujer empleada, a la mujer profesional, a la mujer madre.

“Y sin embargo, cuánto bien le haría a este pueblo triste, violento en la fiesta, una buena dosis de madres felices, desvergonzadas, menos pías y menos llorosas” —dice la narradora.

Hacia el final se puede comprender que el mundo de los sueños nos abre una ficción o un mundo mágico que podría estarse despertando en una naturaleza, en un pavo real, en gatos, en un huevo, en botánica, en un tejido o en dibujos. Nombramos como loca o como bruja a la mujer que se separa de la ciudad o la aldea, que se divorcia, que separa de los hombres, que se cura, que mantiene un jardín sin ayuda y que se nombra y nombra.

El Cuarto Secreto se constituye con la estratagema del tejido —que circunda y recorre— por el que finalmente pase una luz verde. La escritura de Claudia Ivonne Giraldo está hecha de unos bajos —en medio de agudos y muchos brillos— con los que se repliega y nos envuelve. Canto de pájaros que se silencian para escuchar el mar. Nos recoge en una pausa que nos permite retornar —con nuevos hilos— al lugar que nos regala como Eridanus.

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