Días del Diablo

Por EZ Trejos

Puerto de la Imaginación

abril 15, 2024

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Diablos de macho cabrío, diablo carnero, diablo toro, diablo dragón, diablo autóctono.

¿Entre diablos o demonios? ¿Quiénes somos y por qué aún estamos acá?   

                        
En el bisiesto 2020 tres Ministros huimos de la ficción del año par, decidimos
caminar hacia el sur, directamente al Cantón de Píllaro en la provincia de
Tungurahua, Ecuador. ¡Ah! Pero primero pasamos por Bogotá, dónde celebramos
en Kaputt —que hoy está más demolido que nuestra moral— la entrada de ese
tormentoso año que nos llevó a la peor sequía cañera de la historia —pues ha sido
la primera y única— para caminar con todo el deshonor posible hacia ese pequeño
pueblo, cerca a Ambato donde las partidas de diablos le danzan a la libertad.

Así, después de pasar la resaca, recordar momentos que mejor volvimos a olvidar
y llegar a Píllaro, nos dimos cuenta que nuestro país carga con un deshonor más
grande que el propio Ministerio del Guarapo. La exportación de los relatos que
quisiéramos borrar cada vez que nos disfrazamos impregna el imaginario
latinoamericano, a tal punto, de sentirnos avergonzados alguna vez en la vida, por
algo que nunca hicimos. Y a pesar de esto, como buenos lorudos y charlatanes,
logramos penetrar y derribar los muros fascinerosos que nos impedían ver la
mascarada, el expresionismo del averno congelado en la tierra.

Sin rendirnos, como buenos patos y colados, finalmente llevamos el pasacalles,
goteriamos y hasta la pólvora cargamos. Haciendo alusión a los Motato, dicen que
vieron a un tal Jeremías Motato en Ecuador con unos voladores bajo el brazo. El
colectivo Minga Cultural permitió que estos desprestigiados personajes vieran lo
festivo y lúdico del diablo Pillareño. 

No somos demoniólogos, escasamente guarapólogos, pero nos atrevimos a
adentrarnos en el mundo de la transfiguración y la catarsis colectiva que allí se
vive, cada enero, en un ritual, como el Carnaval, que que da tranquilidad a la vida.
Estos diablos que danzan dando rejo con su cabreste, cuidan a la línea que baila
con su pañuelo blanco y sombrero colorido, como la posibilidad de ser otro; la
sublevación del ser a la anulación de la libertad, a la opresión.

No sabemos cómo pudimos retornar y cómo pudieron aguantarnos, pero
agradecemos inmensamente al pueblo de Píllaro y a Minga Cultural por
permitirnos ser y estar!!! ¡Viva Píllaro! Gracias siempre a Don Pato el Cabecilla, a
toda la diablada, a la banda, a las amigas y amigos que nos recibieron.

“La diablada es el teatro de la reflexión para sublimar las adversidades y peligros”.
¿Entre diablos o demonios? ¿Quiénes somos y por qué aún estamos acá?   

                        
En el bisiesto 2020 tres Ministros huimos de la ficción del año par, decidimos
caminar hacia el sur, directamente al Cantón de Píllaro en la provincia de
Tungurahua, Ecuador. ¡Ah! Pero primero pasamos por Bogotá, dónde celebramos
en Kaputt —que hoy está más demolido que nuestra moral— la entrada de ese
tormentoso año que nos llevó a la peor sequía cañera de la historia —pues ha sido
la primera y única— para caminar con todo el deshonor posible hacia ese pequeño
pueblo, cerca a Ambato donde las partidas de diablos le danzan a la libertad.

Así, después de pasar la resaca, recordar momentos que mejor volvimos a olvidar
y llegar a Píllaro, nos dimos cuenta que nuestro país carga con un deshonor más
grande que el propio Ministerio del Guarapo. La exportación de los relatos que
quisiéramos borrar cada vez que nos disfrazamos impregna el imaginario
latinoamericano, a tal punto, de sentirnos avergonzados alguna vez en la vida, por
algo que nunca hicimos. Y a pesar de esto, como buenos lorudos y charlatanes,
logramos penetrar y derribar los muros fascinerosos que nos impedían ver la
mascarada, el expresionismo del averno congelado en la tierra.

Sin rendirnos, como buenos patos y colados, finalmente llevamos el pasacalles,
goteriamos y hasta la pólvora cargamos. Haciendo alusión a los Motato, dicen que
vieron a un tal Jeremías Motato en Ecuador con unos voladores bajo el brazo. El
colectivo Minga Cultural permitió que estos desprestigiados personajes vieran lo
festivo y lúdico del diablo Pillareño. 

No somos demoniólogos, escasamente guarapólogos, pero nos atrevimos a
adentrarnos en el mundo de la transfiguración y la catarsis colectiva que allí se
vive, cada enero, en un ritual, como el Carnaval, que que da tranquilidad a la vida.
Estos diablos que danzan dando rejo con su cabreste, cuidan a la línea que baila
con su pañuelo blanco y sombrero colorido, como la posibilidad de ser otro; la
sublevación del ser a la anulación de la libertad, a la opresión.

No sabemos cómo pudimos retornar y cómo pudieron aguantarnos, pero
agradecemos inmensamente al pueblo de Píllaro y a Minga Cultural por
permitirnos ser y estar!!! ¡Viva Píllaro! Gracias siempre a Don Pato el Cabecilla, a
toda la diablada, a la banda, a las amigas y amigos que nos recibieron.

“La diablada es el teatro de la reflexión para sublimar las adversidades y peligros”.

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