Hoy partió el barco y llevó la fragancia de mi tierra. ¿Dónde me llevan?
¿Y por qué tengo cadenas? ¡Acaso no nací libre!
Ya pasaron más de cuatrocientos años y no alcanzo mi libertad.
¿Por qué me han negado todo?
Sí he trabajado noche y día sin derecho a descansar. Los edificios levantados en este nuevo continente tienen en sus cimientos la sangre y los cuerpos de mis ancestros.
¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí?
Será que soy un ancestro muriendo o viviendo un camino sin final. A veces no sé si estoy vivo. Te confieso que he llorado por el viaje en altamar y ver cómo muchos prefirieron que su cuerpo quedara en la mar y no ser tratados con la mal llamada igualdad. El llanto se secó y mi alma navega en la bruma, aquí está una parte de lo que fui o lo que soy, un presente de lucha y fe, una esperanza que persigo en el horizonte de cada mañana y que los colores de la tarde renuevan los fragmentos de mi piel arrancados por el látigo del asesino, esa mi oscuridad que aunque en día resalta, en la noche se funde con el brillo de las estrellas, sí aquí estoy, aquí estoy presente corriendo con dignidad, amando, riendo y tejiendo paz en medio de las guerras que no inicié.
Aquí estoy, despierto en el frío del barco que arrancó a mis ancestros hacia la hoy llamada América, aquí estoy en la que llaman Colombia que tampoco nombré, sí aquí estoy en Puerto Tejada, Cauca que tampoco escogí su nombre, lo nombraron en “honor” del general asesino y el violador.
Aquí estoy con el corazón palpitando y mi sangre fluyendo, con suspiros que se atoran en mi garganta y no me dejan respirar.
Aquí estoy con mi cuerpo adolorido, pero firme, mi mente clara y mi espíritu abierto para seguir siendo una voz audible de quienes claman en el desierto o murieron en altamar.
Aquí estoy. Aquí estoy. Aquí estoy.