Entro a la obra de Astrid González por un objeto que puede ser cuerno, tentáculo o genital
de un ser mitológico. Luego llego a los vestidos, empiezo a dudar que sean humanos,
incluso antropomórficos, uno es un pez, puede que otro sea un insecto gigante, pero sin
duda son dioses y diosas. Todo es negro, negro majestuoso, negro bajo la ceniza, negro
mítico. Ella es afrodescendiente y extiende todo su maravilloso espíritu en la
reconstrucción de unas raíces, que crecen y crecen.

Siento una devoción profunda por ese culto al río en una escultura bidimensional de
escamas que es una sinfonía de los colores emborrachados del río cuando muere en el
mar. “Has visto cómo duermen las ballenas”, después de “Guardián” y “Zángano”.
Los materiales de Astrid —patina, vidrio, tela impermeable, resina, cemento, polvo de
mármol, polvo de cuarzo— muestran no sólo lo ingeniosa y lúcida que es, sino lo
trabajadora; porque detrás de esta obra potente y de filigrana hay horas y horas de
investigación y trabajo.

Su trabajo es reivindicación para mujeres y hombres afrodescendientes, pero nos tienen
que incomodar a mestizos que hemos andado por esta tierra con un privilegio que nos ha
hecho dejar de notar y enterrar una historia de explotación, abuso y humillación. Ella
—insobornable— va dejando ver todo en los videos, con una respiración de más de 250
años, en la narración, en sus libros, con los cuerpos. Y entonces, entre música, nos llega
la venganza de la yerbas y los nombres de eminencias y proceres que crearon la inmunda
justificación del racismo y la esclavización. Ahí amé el trabajo de UnicamenteAndrés y me
ovillé en sus manos y bajo su mirada para entenderla como pensadora, creadora de
símbolos, compositora, orfebre y enraizadora.